Si el
presidente de la Federación Colombiana de Fútbol fuera Vito Corleone, el
legendario personaje de ficción que nos presentó Francis Ford Coppola en 1972
con su película "El Padrino", seguramente pasarían muchas cosas raras
alrededor de la gran amenaza que tiene el fútbol colombiano ante la posibilidad
que un jugador pueda ganar una demanda ante la justicia ordinaria.
Don
Corleone seguramente entraría en modo de máxima alerta, pasaría las horas del
día y de la noche buscando hacer toda clase de propuestas que los demás no
puedan rechazar. Atacaría sin piedad, de formas tanto directas como sutiles, al
equipo que se atreve a respaldar al jugador que cometió la osadía de llevar su
caso a la justicia ordinaria en lugar de acudir a la tradición de resolver los
asuntos "en la familia". Como amo y señor de los árbitros,
seguramente llamaría a sus hombres de más confianza y les solicitaría que hagan
todo lo que esté en sus manos para llevar a ese equipo a una eliminación
segura. Diseñaría una estrategia para dar un primer golpe certero con un
árbitro que saliera a diestra y siniestra a insultar durante todo el partido a
los jugadores de ese equipo, pero muy especialmente a su capitán y jugador
clave, buscando sacarlos de casillas, pero principalmente buscando sacarlos de
jugar fútbol. De ser necesario, completaría la faena pitando un penal en contra
de ese equipo, para garantizarle la derrota. Como naturalmente los jugadores de
ese equipo manifestarían algún descontento, se les aplicaría todo el peso de su
propia ley para sancionarlos con suficientes fechas para terminar de
desmoralizarlos.
Don
Corleone también buscaría una reunión en privado con los directivos de ese
equipo, y les sugeriría dejar que él resuelva todo. Acudiría a la importancia
de la lealtad con "la familia" y con el liderazgo que él ejerce sobre
ella. Les pediría que desistan de cualquier acción contra la estabilidad del
"negocio". Sin necesidad de decir nada, estos directivos entenderían
que no seguir sus reglas traería consecuencias.
Afortunadamente
el presidente de la Colfútbol no es Don Corleone, es el señor Luis Bedoya, una
persona que tiene la responsabilidad de mantener en perfecto equilibrio tanto
el respeto a la constitución y las leyes de Colombia, como a los derechos y
obligaciones de los jugadores y el derecho legítimo de los dueños de los
equipos a mantener bien sea su sostenibilidad, si son entidades sin ánimo de
lucro, o su rentabilidad en caso contrario. Difícil tarea la que tiene Bedoya,
porque requiere mucha sabiduría para actuar conforme a la ley y poder manejar
los inevitables ataques de quienes quisieran actuar por fuera de ella.
Esperamos que pueda manejar con mucha sabiduría el capoteo del eventual
resolución del proceso de Jhonny Ramírez en contra el Boyacá Chicó. Lo deseamos
profundamente, porque si le faltara sabiduría a Bedoya, en lugar de conducir a
los equipos a una evolución natural, justa y lógica hacia la legalidad, podría
generar un inevitable caos de varios años donde el fútbol se vería afectado por
una lluvia de demandas que fácilmente acabarían con más de un equipo
profesional y más de una escuela de fútbol aficionado.
El
fútbol colombiano está en un momento crucial. Las inevitables crisis de equipos
que cayeron en manos de las mafias del narcotráfico, han evolucionado a la llegada
de personas realmente interesadas en montar un verdadero negocio de
entretenimiento con base en el fútbol. Una evolución natural y lógica, porque
es la única manera en que el espectáculo se puede mantener sanamente por muchos
años. La protección de intereses indebidos, aunque pueda ejercerse en algunos
momentos desde posiciones de poder, tarde o temprano cederá ante la inmensa
presión que ejercerán dos actores fundamentales del negocio: los jugadores y
los hinchas. La única forma de atraer grandes masas hacia los estadios, y hacia
el consumo de la televisión y la publicidad que genera el fútbol, es
manteniendo unas reglas de juego claras, leales con todos los actores: los
dueños de los equipos, los jugadores, los hinchas y demás personas directamente
involucradas con el espectáculo.
Colombia
está madura para ver grandes disputas entre los equipos de mayor tradición de
la liga, esquivas durante muchos años por tantos factores externos que han
afectado a nuestro fútbol desde que el narcotráfico y después paramilitares le
pusieron el ojo. Colombia está madura para que los estadios, los restaurantes y
muchos otros sitios públicos se llenen de gente en partidos claves de nuestro
torneo, al nivel que lo logra hoy un partido de nuestra selección. Pero si por
falta de sabiduría las disputas no son limpias en todo aspecto: desde la
calidad de los arbitrajes hasta evitando que los jugadores se vuelvan actores
de teatro incapaces de jugar al fútbol, entonces esas grandes masas se
distraerán con otros temas. Muchos padres preferirán no llevar a sus hijos al
fútbol, buscarán limitar su interés en partidos como la reciente final de la
Champions League, porque en ella sí se ve lo que es una disputa leal entre dos
grandes equipos que buscan la gloria a través del fútbol, sólo del fútbol, sin
manipularlo, sin tratar de pasar por encima de la ley y de lo que,
sencillamente, es correcto.
Por
eso desde aquí invocamos a la sabiduría del señor Bedoya. Porque en sus manos
está el saber resolver los vacíos de tantos años de informalidad (e ilegalidad)
en el negocio. Porque en sus manos está la posibilidad de volver el fútbol
colombiano un espectáculo a la altura de las mejores ligas del mundo. Desde
aquí invocamos a su sabiduría, señor Bedoya, porque quienes amamos el fútbol
esperamos eso, sólo eso.
PD:
Millonarios quedó eliminado. No hay mucho más que decir.
Por: Guillermo Posse
@gposse
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