jueves, 27 de junio de 2013

DON CORLEONE

Si el presidente de la Federación Colombiana de Fútbol fuera Vito Corleone, el legendario personaje de ficción que nos presentó Francis Ford Coppola en 1972 con su película "El Padrino", seguramente pasarían muchas cosas raras alrededor de la gran amenaza que tiene el fútbol colombiano ante la posibilidad que un jugador pueda ganar una demanda ante la justicia ordinaria.

Don Corleone seguramente entraría en modo de máxima alerta, pasaría las horas del día y de la noche buscando hacer toda clase de propuestas que los demás no puedan rechazar. Atacaría sin piedad, de formas tanto directas como sutiles, al equipo que se atreve a respaldar al jugador que cometió la osadía de llevar su caso a la justicia ordinaria en lugar de acudir a la tradición de resolver los asuntos "en la familia". Como amo y señor de los árbitros, seguramente llamaría a sus hombres de más confianza y les solicitaría que hagan todo lo que esté en sus manos para llevar a ese equipo a una eliminación segura. Diseñaría una estrategia para dar un primer golpe certero con un árbitro que saliera a diestra y siniestra a insultar durante todo el partido a los jugadores de ese equipo, pero muy especialmente a su capitán y jugador clave, buscando sacarlos de casillas, pero principalmente buscando sacarlos de jugar fútbol. De ser necesario, completaría la faena pitando un penal en contra de ese equipo, para garantizarle la derrota. Como naturalmente los jugadores de ese equipo manifestarían algún descontento, se les aplicaría todo el peso de su propia ley para sancionarlos con suficientes fechas para terminar de desmoralizarlos.

Don Corleone también buscaría una reunión en privado con los directivos de ese equipo, y les sugeriría dejar que él resuelva todo. Acudiría a la importancia de la lealtad con "la familia" y con el liderazgo que él ejerce sobre ella. Les pediría que desistan de cualquier acción contra la estabilidad del "negocio". Sin necesidad de decir nada, estos directivos entenderían que no seguir sus reglas traería consecuencias.

Afortunadamente el presidente de la Colfútbol no es Don Corleone, es el señor Luis Bedoya, una persona que tiene la responsabilidad de mantener en perfecto equilibrio tanto el respeto a la constitución y las leyes de Colombia, como a los derechos y obligaciones de los jugadores y el derecho legítimo de los dueños de los equipos a mantener bien sea su sostenibilidad, si son entidades sin ánimo de lucro, o su rentabilidad en caso contrario. Difícil tarea la que tiene Bedoya, porque requiere mucha sabiduría para actuar conforme a la ley y poder manejar los inevitables ataques de quienes quisieran actuar por fuera de ella. Esperamos que pueda manejar con mucha sabiduría el capoteo del eventual resolución del proceso de Jhonny Ramírez en contra el Boyacá Chicó. Lo deseamos profundamente, porque si le faltara sabiduría a Bedoya, en lugar de conducir a los equipos a una evolución natural, justa y lógica hacia la legalidad, podría generar un inevitable caos de varios años donde el fútbol se vería afectado por una lluvia de demandas que fácilmente acabarían con más de un equipo profesional y más de una escuela de fútbol aficionado.

El fútbol colombiano está en un momento crucial. Las inevitables crisis de equipos que cayeron en manos de las mafias del narcotráfico, han evolucionado a la llegada de personas realmente interesadas en montar un verdadero negocio de entretenimiento con base en el fútbol. Una evolución natural y lógica, porque es la única manera en que el espectáculo se puede mantener sanamente por muchos años. La protección de intereses indebidos, aunque pueda ejercerse en algunos momentos desde posiciones de poder, tarde o temprano cederá ante la inmensa presión que ejercerán dos actores fundamentales del negocio: los jugadores y los hinchas. La única forma de atraer grandes masas hacia los estadios, y hacia el consumo de la televisión y la publicidad que genera el fútbol, es manteniendo unas reglas de juego claras, leales con todos los actores: los dueños de los equipos, los jugadores, los hinchas y demás personas directamente involucradas con el espectáculo.

Colombia está madura para ver grandes disputas entre los equipos de mayor tradición de la liga, esquivas durante muchos años por tantos factores externos que han afectado a nuestro fútbol desde que el narcotráfico y después paramilitares le pusieron el ojo. Colombia está madura para que los estadios, los restaurantes y muchos otros sitios públicos se llenen de gente en partidos claves de nuestro torneo, al nivel que lo logra hoy un partido de nuestra selección. Pero si por falta de sabiduría las disputas no son limpias en todo aspecto: desde la calidad de los arbitrajes hasta evitando que los jugadores se vuelvan actores de teatro incapaces de jugar al fútbol, entonces esas grandes masas se distraerán con otros temas. Muchos padres preferirán no llevar a sus hijos al fútbol, buscarán limitar su interés en partidos como la reciente final de la Champions League, porque en ella sí se ve lo que es una disputa leal entre dos grandes equipos que buscan la gloria a través del fútbol, sólo del fútbol, sin manipularlo, sin tratar de pasar por encima de la ley y de lo que, sencillamente, es correcto.

Por eso desde aquí invocamos a la sabiduría del señor Bedoya. Porque en sus manos está el saber resolver los vacíos de tantos años de informalidad (e ilegalidad) en el negocio. Porque en sus manos está la posibilidad de volver el fútbol colombiano un espectáculo a la altura de las mejores ligas del mundo. Desde aquí invocamos a su sabiduría, señor Bedoya, porque quienes amamos el fútbol esperamos eso, sólo eso.

PD: Millonarios quedó eliminado. No hay mucho más que decir.

Por: Guillermo Posse
@gposse

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