"No podría vivir sin el champán.
En la victoria me lo merezco; en la derrota, lo necesito”. Winston Churchill.
La victoria todo lo embellece, todo es más diáfano
y tranquilo, el camino extenso, desértico, azaroso y opresor se hace
transitable por cualquier ruta en la que el caminante avance o se mueva como si
nuevamente las llagas del inconformismo, de la revancha o del despecho llenaran
de fortaleza y seguridad el alma decaída y triste del errante.
Las sendas del triunfo son difíciles de caminar
pero no de persuadir sobre todo si se les quiere analizar cada detalle de su
andar en los eslabones que faltan por sellar y los escalones que quedan por
subir hacia el éxito independientemente del método. Más que la alegría misma de
un hincha embajador por lograr un triunfo dominical y esquivo está en
determinar qué tan fastuoso fue y si fue efecto accidental del torpe avance
rival o de la efectividad misma de la escuadra millonaria.
No cabe duda que la objetividad es el motor que
transporta el debate serio, honesto y sin bríos de antipatía o de parcialidades
banales que destruyen y desvirtúan un correcto diálogo de defensa de argumentos
por sobre los de ataque al litigio mismo de la polémica, por ello es menester
estudiar un concepto que requiere algo más que la retórica misma de la táctica
que sí es susceptible de repetición como el sistema y se basa en la posición y
el número.
Todos los jugadores de fútbol se han sometido a la
crítica del autonúmero y del posicionamiento en la cancha según su variación y
han sido bautizados con base en el lugar que en el campo ocupan, así pues el 10
siempre será el volante de armado, de creación, de segunda línea o en algunos
casos muy excepcionales de trequartista, el 2 es casi invariablemente el
número de defensa central, el 6 de mediocampista defensivo rompedor y el 5 que
al caso interesa y se ha de exponer para no hacer extenso el comentario de los
números como el mediocentro o bastión de la gravitación defensiva u ofensiva,
el exponente cartesiano de la pausa en la ofensa y en la defensa.
No diga mediocentro,
diga Rafael Robayo.
Notar que Rafael Robayo marcó dos dianas el domingo
hízome pensar en la virtud que tuvo de adaptar correctamente los conceptos de
su posición en la cancha desechando el sistema o táctica que a menudo miente por
cuanto su recorrido en el bloque gravitacional se forjó a partir de la
ubicación inmediata por delante de
los centrales, haciendo una cuádruple función (que ya explicaré) en cada fase
del juego con suma eficiencia independientemente de que el rival Patriotas lo
hubiese permitido o no lo hubiese pernoctado riesgoso o que fuese inclusive éste
equipo limitado, lleno de derrotas a lo largo del torneo y colero de la liga,
cosa que carece de mérito en admitir si bien se toma en cuenta que también
padecimos un colero como Quindío que de local se llevó un empate.
La
labor del mediocentro siempre se ha basado en la aplicación de los conceptos de
defensa posicional, transición defensiva, transición ofensiva y ataque
posicional y éste cuádruple movimiento misional permite que tanto a la ofensiva
como en la defensiva se cumplan obligatoriamente tales principios por ser
piedra angular en su constante participación en todas y cada una de las fases
del partido, porque su trabajo no es contener la llegada rival sino en
seleccionar y ejecutar una decisión acertada a las circunstancias del juego de
la manera más correcta y beneficiosa posible.
Como
primera medida la defensa posicional de Robayo se basó en el repliegue hacia
los dos centrales azules en el ataque del oponente y en la ayuda a la defensa individual, zonal o mixta en las
jugadas en contra y a balón parado, la transición defensiva en las coberturas a
sus compañeros cuando habían perdido su posición sean éstos centrales o
laterales, en la interceptación de los contraataques y en la ejecución de las
bien llamadas faltas tácticas. La
tercera y cuarta virtud del secreto de sus goles fue en diagnosticar oportunamente
cuándo sumarse al ataque y cuándo decidir acompañar la jugada solamente como un
mero avance que se encuentra atento en la mala entrega o en la nula
profundización de sus compañeros para la transición defensiva, a ello se le
imputa ataque posicional y en transición ofensiva. Seguramente dentro de las
prioridades de la mecánica de juego de Millonarios no está siempre el desborde
o el asentamiento de los mediocentros hasta la línea del meta rival así se
adopte un estilo de juego de posesión, sin embargo en la dinámica misma de la
interpretación de las situaciones de juego la transición ofensiva de Robayo se
articuló en la construcción desde campo propio de las jugadas de ataque
inclusive de forma estática en la pura recepción de la pelota y en la entrega
de pases cortos o largos de descongestión o pases simples, de limpieza de
rivales que siempre aunque toques vagos y poco visibles son importantes para
generar espacios.
El complejo andamiaje que transporta de un estado de
necesidad a uno de plenitud en un partido es improbable de adaptar pero posible
de explicar, las situaciones del juego mismo proyectan que eventualmente se
adelante una línea o se eluda a un rival por sobre una opción de pase y a ello
se le concede la gracia de llamarse toma
de decisiones, o elección de opciones, todo ello en espacios de tiempo
mínimos y en formas distintas de presión rival como de condiciones externas de
la naturalidad o no de lo que se arriesga en puntos, clasificaciones o
eliminaciones, estado del terreno, clima, presión local y tiempo de juego
restante, para lo cual en efecto deduce el jugador si es o no relevante hacer o
desestimar algo.
El ataque posicional fue la última de la cuádruple virtud
ejecutada correctamente por Robayo y plausible es que en el complejo conceptual
que requiere llevar a la transición se haya dado a la tarea de ofrecerse para
sus compañeros en opciones de pase, en participar en la circulación del balón
con la impresión de velocidad y dirección y finalmente esperado por mucho
tiempo para nuestra acreencia de estilos en hacer disparos a puerta certeros
comportándose en su esplendor como el auténtico capo del mediocampo y como el
regista del partido.
Por eso no diga
mediocentro, diga Rafael Robayo.
Gracias.
Jon Edward C. Muñoz
– Jon Aurtenetxe
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