Pocas veces en mi vida he tenido la oportunidad de
ver un entrenamiento completo de un equipo de fútbol y las veces que lo he
podido hacer siempre me he preguntado lo mismo: ¿Entrenar duro es forzar el
cuerpo? ¿La fricción, colisionar al otro y chocar es requisito sine quanon
para tener derecho o pasaporte a la titularidad de una escuadra? ¿Las lesiones
no son el resultado de pegar y soportar dolor en los entrenamientos? ¿La
musculatura es tan importante?
Es un hecho notorio que el fútbol ha cambiado mucho
y que todo pasó casi tan de repente que apenas nos dimos cuenta que el balón
rueda más, se corre más, se choca más y se juega quizá menos, el espectáculo
pasó a un segundo plano y el resultado cobró protagonismo, a la cancha no se va
a ver jugar sino quién y por qué marcador gana y si de hechos y estrategias se
trata el dibujito táctico que se pinta en las pizarras es lo que deduce si se
gana o lamenta un resultado. Las patadas, los golpes, las fracturas y la
fricción son interpretados como “garra” “fortaleza” “huevos” y el enfoque que
produce en el hincha es el de compromiso y corazón por el equipo y no la
accidentalidad, el corte, la devaluación del fútbol vistoso por sobre la muralla
física y la polenta en el golpe al rival por sobre la forma de juego, por sobre
los conceptos de juego, por sobre la filosofía misma del fútbol. El balón es
una excusa para pegar, no un instrumento para jugar.
Así las cosas, la consideración que hago sobre los
métodos es que la figura de la gimnasia activa es arcaica si se mantienen los
mismos principios de entrenamiento, si a verbigracia se entrena en pesas más tiempo
que en la estrategia de aprendizaje y en el repaso de las formas y estilos, si
el narcisismo y el hedonismo sigue siendo la constante de la preparación física
antes de los partidos, porque siendo ello una inmutable suscitación de hechos
lamentables y muchas veces deplorables lo que refleja la actividad en los
encuentros es lo mismo de siempre, el corte, la fuerza bruta, el riesgo a dividir
y a pegar y no un repaso acucioso de conceptos, de situaciones, de resolución
de problemas, de versatilidad en el error-ensayo que exigen que un jugador
profesional de primera división corrija, sustituya o prepare para que contraríe
dentro del campo de juego una intervención o participación pasada.
Y es que a mi modo de ver dentro de la mecánica de
movimiento en nuestro club se requieren más preparadores futbolísticos que
físicos, la delegación de funciones y desconcentración de poderes del
entrenador no puede seguir recayendo en los nutricionistas, psicólogos y otros
especialistas que equiparen trabajo en irrelevantes temas metabólicos dejando
de lado o quemando el tiempo sagrado en hechos que no sean situaciones del
juego o del ejercicio táctico.
No con ello debe interpretarse que Hernán Torres
sea el hacedor y deba ser el todero que ejecute las funciones que no sean
evidentemente de su cargo, lo que sí se pretende advertir es que el entrenador
futbolístico debe unificar conceptos y saber qué sucede con los esquemas que
plantea y si determinado jugador de la plantilla cumple o no con la rutina de
la preparación del partido y de su trabajo, porque al parecer jugadores como
Martínez, Montero, Rentería e incluso Leudo se acostumbraron más al ritmo
riguroso del entrenamiento físico que al ritmo de la competencia, no se sabe a
ciencia cierta qué pasa por su cabeza al prepararse y ejercitarse, al seguirse
notando fecha tras fecha los mismos vacíos posicionales, de movimiento, de
pressing y hasta técnicos muy a pesar de las limitaciones originales con las
que nace cada jugador de fútbol en el ámbito deportivo y que no son evitables o
muy difíciles de rectificar. Es así que las prácticas que se muestran son
vetustas si no se pone de por medio la pelota y se sigue admitiendo que el
jugador se haga a la idea que hoy es día de pesas, otro pasadas, otro control
de peso y el último ejercicios con balón.
El cuestionamiento sigue siendo el mismo: ¿qué
hacer con tanto corte? ¿qué hacer con tanto músculo? porque si ello es una
variable inmutable y operante las lesiones son también consecuencia directa de
la abrasión de jugar dividido, la paradoja es que mientras solemos pensar que
físicamente se está trabajando mucho haciendo hincapié en que notamos el resultado
en ejercicios de masa corporal, la planificación del entrenador continua
decayendo por decantación cuando al cabo de 5 o 6 días de deficiente manejo del
adiestramiento anatómico se repiten semana a semana después de cada partido o
mayormente al final del entrene casos de lesiones de rodilla, desgarros,
luxaciones y dolencias en las articulaciones que de seguro son las causas
motivacionales a mediano plazo de la ausencia de rendimiento deportivo y su vasta
injerencia en negativos resultados.
En rigor, finalmente los estilos y la identidad maniobrados
en el enfoque subjetivo de la mera concentración esquemática de poner para cada
partido a los jugadores más resistentes, mejor dotados, menos condicionados técnica
y tácticamente pero más proclives a encontrarse en puesta a punto en la semana se
devaluarán, perderán su esencia y serán propensos a desvanecerse al erróneamente
dejar de lado la elasticidad y espectáculo con la pelota por sobre la contienda
primitiva del hombre por hombre.
Gracias.
Jon
Edward C. Muñoz – Jon Aurtenetxe
@JonEdwardCMuoz - jonneymar11@hotmail.com
No hay comentarios :
Publicar un comentario