
Mis primeros años los viví en la casa de mi abuela, junto con mi mamá y dos tíos. Uno de ellos, estudiante de ingeniería mecánica. El otro, un bohemio medio hippie, caricaturista y titiritero.
Con el ingeniero a veces veíamos fútbol argentino y alemán, narrado por el inolvidable Andrés Salcedo, en un televisor viejo en el cuarto de mi abuela. Veíamos a Boca y al Bayern. De Colombia, crecí viendo a un equipo cuyo color no diré y su nombre, menos. Era lo único que podía ver por televisión además de Profesión Peligro, los Dummys, Las Aventuras del Profesor Yarumo y El Tesoro del Saber.
A mediados de la década de los ochenta, conocí al hoy esposo de mi mamá. Él, hincha a morir de Millonarios. Cuando vio que yo era un niño sin rumbo como hincha, y en su afán obvio de caerme bien para poder terminar de conquistar a mi mamá, tomó la sabia decisión de llevarme por primera vez al Nemesio. Fue un miércoles en la noche. Si, era esa época mágica en la que se jugaba entre semana y los jugadores aguantaban jugar cada tres o cuatro días. Y rendían! Si que rendían!
No se sí por coincidencia o por obra y gracia del Dios del fútbol, ese primer partido de Millos al que me llevó era contra el equipo aquel que yo veía por televisión. Subir las escaleras de occidental y empezar a ver como con cada escalón que dejaba atrás, iba asomándose coquetamente la gramilla inmensa del Campin simplemente me maravilló. Terminamos empatados, en penales Millonarios perdió y se acabó el campeonato para el equipo. Un postazo en el arco sur sentenció la derrota azul. A pesar de haber perdido, esa noche me hice hincha del Club Deportivo Los Millonarios. Salimos del estadio y de regreso por toda la 30 yo ondeaba una bandera azul y blanca por la ventana del carro...como sí hubiésemos ganado, como si hubiésemos quedado campeones. Nos pasaban los carros y pitaban, tal vez en solidaridad con ese niño pequeño que a pesar de haber perdido el partido, sonreía por la ventana con fe, proyectando la pasión más grande y hermosa de todo el planeta.
Crecí entonces oyendo los interminables relatos de la época de El Dorado, del famoso 4-2 en Madrid, del invicto que los merengues no habían podido quitarnos, viendo al "Pájaro" Juárez, a Arnoldo Iguaran, a Mario Vanemerack, a Sergio Goycochea, a Ricardo Lunari, a Héctor Walter Burguez, al "Gato" Pérez, a Chitiva, John Mario, las 29 fechas de invicto, a Robayo, a Pedrito, viviendo con el "este año si es" y pidiendo cada diciembre con las 12 uvas para que llegara la estrella 14.
Nunca he ido ni por River, ni por el Real Madrid, ni por el tan de moda Barcelona y su intocable Messi.... No. Ni siquiera por el Atlético de Madrid y el monstruo de Radamel, ni por ese Boca o el Bayern que veía de chiquito.
Ese señor que hoy, 25 años después sigue siendo el esposo de mi mamá y un pedazo gigante de mi vida, me hizo de Millonarios, de Millos es mi corazón y el corazón no se comparte. Uno tiene una sola novia, una sola mamá, existe un solo Dios y yo soy hincha de un solo equipo. No sufro viendo por televisión un partido europeo, ni me escudo diciendo que el fútbol colombiano es mediocre y que cuando ven al Real Madrid "eso si es fútbol", y se reúnen en un bar a dárselas de no se qué cosa.
Yo en cambio disfruto yendo al Nemesio los domingos, respirando la pasión embajadora, sintiendo el olor de esa gramilla mágica, oyendo el estruendoso rugir de la tribuna cuando Millos salta a la cancha, comiendo lechona y tirando papel picado, cantando con la fiesta de la Blue Rain y el aliento de los Comandos. Eso es Millonarios, eso es lo que yo amo.
Gocé y lloré con la llegada de la 14, canté, salté y jodí como loco por la calle 140 hasta la casa de mis papás. Ahí celebre con mi mamá, mi hermana (mujer hermosa apasionada por el azul! Más que muchos hombres que conozco por ahí), con mi novia (quien se subió a bus de la victoria hace unos dos meses...fue al Nemesio por primera vez conmigo para el partido contra el Pasto y también se enamoró de Millos desde ahí), unos amigos y un par de vecinos.... Y como es lógico, con el dueño de mi pasión embajadora, con el que me dejó esta hermosa, intangible e invaluable herencia. El que me enseñó que campeón hay un solo, que se llama Millonarios y que es el eterno campeón.
Yo lo digo con orgullo, DE MILLOS NADA MÁS y JAMAS DEJARE DE SER TUYO. Como le oí al Profe Magnoli por ahí, la pasión no se negocia. Y como digo yo, el corazón no se comparte.
No hay suficiente corazón para toda esta pasión, y que le quede a uno espacio para otros equipos. Millos es tan grande que se lo consume todo.
Eduardo Zabalaga Escobar
@ElCholoSoyYo
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